LOS MOTIVOS SEGÚN LAS DIFICULTADES DE LA OBRA

Motivos derivados de las dificultades de la obra: Los siguientes puntos podrían ser desanimadores en sí mismos, pero cuando son considerados juntamente con los beneficios, entonces deberían estimularnos a una mayor diligencia.

1. LAS DIFICULTADES EN NOSOTROS MISMOS:

A). Nuestra naturaleza pecaminosa nos hace flojos y renuentes para la obra. Debemos esforzarnos mucho par vencer esta debilidad.
B). Tenemos un deseo excesivo de agradar a las personas. Para enfrentar esta tentación debemos preguntarnos si estamos más dispuestos a desagradar a Dios y poner en riesgo la salvación de las personas, o preferimos correr el riego de perder su amistad por advertirles del infierno. Debemos resistir fuertemente esta tentación.
C). Muchos son demasiado tímidos para hablar a otros respecto a su necesidad de Cristo.
D). Estamos muy dispuestos a buscar nuestros propios intereses. Si fuéramos a servir a Cristo más fielmente, no vacilaríamos ante la oposición o las pérdidas.
E). El impedimento más grande es la debilidad de nuestra fe. Es por esto que nuestro testimonio de Cristo frecuentemente carece de certidumbre y convicción. Es necesario que estemos bien arraigados en las Escrituras para que nuestra fe sea vigorosa y fuerte.
F). Finalmente, frecuentemente nos hace falta la capacidad y la habilidad suficiente para la obra. Pocos entienden como los incrédulos piensan y cual es la mejor manera de comunicarles el evangelio. Esto es tan difícil como la predicación misma. No debemos permitir que estas dificultades nos desanimen; más bien deberían inspirarnos para vencerlas.

2. LAS DIFICULTADES CON NUESTRO PUEBLO:

A). Algunos son demasiado soberbios, obstinados o confiados de sí mismos como para venir a pedir instrucción o enseñanza. Entonces, debemos persuadirles de que esto es para su propio beneficio.
B). Muchos tienen una buena disposición, pero tienen dificultades de aprendizaje. Estas personas dejarán de acudir a menos que nosotros les animemos.
C). Muchos carecen de los estudios básicos y no nos entenderán a menos que nuestra enseñanza sea clara y adecuada a su nivel.
D). La dificultad más grande es la de despertar sus conciencias. El corazón de un pecador es tan duro como una roca. Su enseñanza no hará ningún impacto a menos que usted sea serio, esforzado y persuasivo. Solamente el Espíritu Santo puede despertar sus almas muertas. Sin embargo, el Espíritu normalmente usa los medios adecuados. Generalmente, el Espíritu no usa a los ministros aburridos o mundanos.

E). Finalmente, aún los pecadores “despiertos” pronto volverán a sus antiguos caminos, a menos que sean alimentados y correctamente cuidados.